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sábado, 6 de octubre de 2012

Leer Modifica Tu Cerebro

Aprender a leer, un fenómeno muy reciente como para haber influido en la evolución genética, tiene un impacto importante sobre el cerebro, que se adapta y utiliza, con independencia de la edad de alfabetización, regiones cerebrales destinadas a otras funciones.

“No hay un sistema cerebral innato especializado en la lectura, tenemos que hacer bricolaje, utilizar sistemas que ya existen”, explica Laurent Cohen, investigador del Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica de Francia (INSERM) y uno de los responsables del estudio, publicado por la revista Science.

Usando Resonancia Magnética, los investigadores midieron la actividad cerebral de 63 adultos voluntarios con diferentes índices de alfabetización: 10 analfabetos, 22 personas alfabetizadas en edad adulta y 31 personas escolarizadas desde la infancia. La investigación se realizó en Portugal y Brasil, países en los que hasta hace unas décadas, era relativamente frecuente que los niños no fueran escolarizados.

Los resultados mostraron que, por un lado, aprender a leer activa el sistema visual en las regiones especializadas en la forma escrita de las letras, como es lógico, pero también en las regiones visuales primarias, aquellas adonde llega toda la información visual.

Además, en la gente que aprende a leer, el cerebro recurre también a las zonas especializadas en el lenguaje hablado, puesto que la lectura “activa el sistema del habla” para tomar consciencia de los sonidos y permite “establecer relaciones entre el sistema visual y el sistema del habla, entre las letras escritas y los sonidos”, subraya Cohen.

Por otra parte, el aprendizaje de la lectura, incluso en la edad adulta, provoca en el cerebro una redistribución de una parte de sus recursos.

De esta manera, el reconocimiento visual de los objetos y las caras cede parte de te-rreno a medida que aprendemos a leer y se desplaza parcialmente hacia el hemisferio derecho.

Los investigadores también comprobaron que en los adultos que aprenden a leer, “los cambios que esto provoca son casi los mismos” que en los sujetos que se alfabetizaron siendo niños, aunque aquellos no obtienen tan buenos resultados por la falta de entrenamiento, concluyó Cohen.

Cuánto Duermes Depende de Cuánto Trabajas

uantas más horas trabaja una persona, menos tiempo dedica al descanso, según revelaba un estudio de la Universidad de Pensilvania pu-blicado en la revista Sleep. De acuerdo con los resultados, las personas que duermen 4 horas menos que la media trabajan 93 minutos más los días laborables y alrededor de 2 horas más los fines de semana. Teniendo en cuenta que el descanso determina la morbilidad (el número de personas enfermas) y la mortalidad, el exceso de trabajo es un factor de riesgo importante para la salud.

Por otro lado, el estudio, dirigido por Mathias Basner, revelaba que el tiempo que dedicamos a desplazarnos de un sitio a otro (tanto de casa al trabajo como al centro comercial, al colegio, a eventos sociales, etc.) es el segundo factor que más condiciona las horas de sueño.

Finalmente, los investigadores llegaron a la conclusión de que las personas que duermen poco dedican menos tiempo a ver la televisión durante el fin de semana que el resto de la población, y más tiempo a las relaciones sociales y a las actividades de ocio.

¿Cuántas Bacterias Hay en Una Oficina?


Los habitantes de los países desarro-llados pasan en torno a un 90% del tiempo en interiores de viviendas y edificios. Se ha calculado que en el aire que respiramos en un edificio de oficinas hay 1000.0000 de bacterias por metro cúbico. Pero ¿qué pasa con las sillas, las mesas de escritorio, los teléfonos, los ratones y los teclados de ordenador? ¿A cuántos microbios diferentes estamos expuestos a diario a través de estas superficies? Es la pregunta que se han hecho investigadores estadounidenses de la Universidad Estatal de San Diego y la Universidad de Arizona. Y tras analizar 450 muestras procedentes de 90 oficinas en diferentes áreas metropolitanas (Nueva York, san Francisco y Tucson, todas en EE UU), han llegado a la conclusión de que las superficies más contaminadas son las sillas y los teléfonos.

Además, los análisis de ADN muestran que la mayoría de las bacterias presentes en las oficinas son las mismas que encontramos en la piel, la boca y la cavidad nasal (Streptococcus, Corynebacterium, Lactobacillus, etc.).

A esto se suma que los investigadores han comprobado que las oficinas ocupadas mayoritariamente por hombres están más sucias que las que utilizan las mujeres. “Las diferencias entre los niveles de contaminación en las oficinas de hombres y mujeres se puede explicar por la higiene”, concluyen los autores, que añaden que los hombres “se lavan menos las manos y los dientes”. En sus conclusiones, dadas a conocer en la revista PLoS One, los autores también aseguran que “como los hombres son, por término medio, más voluminosos que las mujeres, tienen más superficie de piel expuesta a ser colonizada por bacterias”.